Tú eres la visita número...

Letramundi


Me imagino que muchos de ustedes, o por lo menos aquellos que tienen la edad suficiente para saber leer, deletrear, escribir, serán conocedores de las letras. Cuando eres pequeño, no eres consciente del mundo tan maravilloso que se abre ante tus ojos al aprender el abecedario. Emparejar letras entre sí para formar palabras, y a su vez frases que forman mensajes. Y, en definitiva, eso es el mundo, mensajes que comunican noticias, noticias que inspiran sentimientos, sentimientos que determinan estados de ánimo. Nos remontamos a hace muchos años de historia para poder entender una de las historias de amor más bonitas que han existido entre las letras del abecedario. Y, como bien he mencionado al empezar este relato, las noticias o los mensajes no son siempre buenos. El amor es igual, se puede escribir la historia más maravillosa del mundo, con el final más trágico de la historia, véase el ejemplo clásico de Romeo y Julieta, pero ahí queda la prueba de que esa historia existió y existirá de generación en generación. Esa es la función de las letras, crear un mensaje, hacer que sea posible que un abuelo le cuente a su nieto una historia que ocurrió en un país lejano hace muchos años, y hacer posible que yo les cuente esta historia. Me parece un buen momento para empezar mi homenaje personal a una letra que tengo especial cariño, quizás porque me gusta o porque simplemente puede que haya sido la primera letra que aprendí a escribir.
Al igual que las personas tenemos un país, y un sentimiento de pertenencia a una nación, comunidad, reino o estado, las letras también tienen su propio reino, Letramundi. Hace muchos años, y más concretamente, el día 9 de mayo, se celebraba en Letramundi el día nacional. Todas las letras llevaban sus mejores galas para la ocasión, era tal la importancia de este evento que numerosos reinos emprendían viajes muy largos desde reinos muy lejanos para acudir a la celebración. Entre los reinos más destacados estaban el de Númeromundi, Puntomundi, Astericomundi, Corchetemundi, etc. Todos ellos se preparaban durante meses para asistir al desfile oficial de las letras que tendría lugar por todas las calles de Letramundi, y con un baile de exhibición de cada una de ellas. Ésta era una de las tradiciones más cultivada por las letras, aparte de la que les cuento a continuación por si no la conocían: el abecedario se divide en dos filas, de la a-m y de la n-z. La primera fila vive en el norte de Letramundi y la segunda al sur, entre ellas no puede existir ningún tipo de contacto, ya que la guardia real de las letras así lo estipula. La guardia real de las letras está formada por las reglas de ortografía, son las entrenadoras de las letras y las únicas que tienen el poder de juntar a letras de distintas filas. Y como mandan las reglas de ortografía, sabías conocedoras de la importancia del día nacional,  las letras deben permanecer encerradas en su casa hasta el día del desfile, preparando su exhibición personal sin dar el más mínimo detalle a ninguna de las letras, para dejar con los ojos abiertos al resto de reinos que acuden a Letramundi para ver la exhibición. Además el día nacional del reino suponía un importante filón financiero, ya que todos los hoteles de Letramundi completaban su ocupación, los restaurantes rebosaban de números, asteriscos, puntos, corchetes…; las tiendas preparaban como si de una boda real se tratase todo tipo de objetos con el día nacional grabado: camisetas, tazas, gorras, incluso invitaciones para conocer a cada una de las letras en persona.
9 de mayo por la mañana, el desfile comienza con el despliegue de las notas musicales, bailando entre sí unas con otras para crear melodías perfectas que consigan impactar a los espectadores. Las notas musicales eran invitadas de honor al día nacional de Letramundi, porque ponían música al baile de cada una de las letras. Éstas iban desplegando su arte por todas las calles, haciendo coreografías, piruetas y volteretas ensayadas durante meses. La letra i incluso se atrevió a jugar con su punto lanzándolo una y otra vez hacia arriba y rebotando en su cabeza. La s una vez más con su falta de originalidad imitó a una serpiente de cascabel, deslizándose por el asfalto y proclamando los abucheos del público allí congregado. Una a una, las letras hicieron su baile de exhibición, pero la sorpresa de todos llegó cuando la letra p hizo su aparición estelar. Desde hacía unos años se había rumoreado que se habían incumplido las normas de Letramundi y que la p (de la segunda fila) y la m (de la primera fila) mantenían una relación amorosa. Las especulaciones eran de todo tipo, se decía incluso que la p y la m eran amigas de la guardia real y que por ello habían podido mantener su historia de amor a escondidas. En las cenas reales entre las dos filas de letras, la m y la p ni se miraban por miedo a levantar sospechas. Sin embargo, la letra c que como todos sabemos lleva la palabra “cotilla” investigó sobre el asunto, y halló indicios y pruebas evidentes de que aquello era verdad, y que lo que la p y la m tenían era una historia como la de Romeo y Julieta, dos familias separadas, dos reinos separados y ellos unidos en un profundo amor.
Al aparecer la p en escena, todos se quedaron boquiabiertos, las especulaciones habían sido confirmadas, la p estaba más gorda de lo habitual, no podía ni moverse y llevaba un vestido muy amplio para intentar ocultar lo que era visible a los ojos de todos. Sin lugar a dudas, la p estaba embarazada. El desfile se detuvo, las notas musicales dejaron de bailar, los números empezaron a gritar con más y más fuerza y la pobre p salió corriendo de allí como pudo, llorando y sujetando su incipiente barriga. Se encerró en su casa durante semanas llorando por todo lo que sabía que podía suceder, por la vergüenza que había pasado a ojos de los otros reinos, y sin duda, por haber estropeado el día nacional de Letramundi. Los consejeros más importantes de todos los reinos fueron llamados a Letramundi para determinar qué se debía hacer ante aquella situación. Durante días, la guardia real estuvo reunida con las personalidades más importantes y decidió que daría un veredicto cuando la p tuviera al bebé.
Y así fue, como a los pocos meses la p dio luz a la letra a la que brindo mi pequeño homenaje, a la letra b. Tan chiquita, tan tierna y sin duda, como indica su letra, era un bebé. El padre de la b, es decir la m, acudió a ver su hija al hospital atormentado por no saber qué le iba a suceder a su pequeña. Esa misma tarde, la p y la m estuvieron más unidos que nunca, con su bebé en brazos se miraban conscientes de que cualquier cosa podía ocurrirles, pero sobre todo conscientes de que su historia de amor tenía que terminar por mucho que se amasen. Esa misma tarde la guardia real iba a poner punto y final a la situación que había manchado su día nacional. Las especulaciones sobre qué les ocurriría a estas letras eran numerosas: que la p, m y b iban a ser desterradas, que tendrían que irse a vivir a otro reino, incluso, se llego a decir que se les iba a ahorcar.
A las 18 de la tarde ante una gran expectación, la guardia real decidió fiel a la tradición zanjar el problema que se había creado con estas letras. Y así, desde el balcón del ayuntamiento real de Letramundi se proclamó a los cuatro vientos que la b quedaría desterrada para siempre a la primera fila lejos de su madre y a la guardia y custodia de la letra a. De ahí a que en el abecedario la b siempre esté detrás de la a. Por supuesto la p y la m tenían que poner fin a su amor, y el castigo para ellos sería no volver a ver a su hija nunca más. Porque aunque la b estuviese en la primera fila con su padre, esta letra quedaría condenada durante siglos a la vigilancia permanente de la letra a.
Como les dije al principio, no todas las historias de amor son bonitas, no sabemos cuán grande fue el amor que sintieron estas dos letras para desobedecer las órdenes del reino de Letramundi, pero lo que sí sabemos es que la p jamás volvió a sonreír, y que por eso hay que pintarle un palo para abajo, en señal de duelo y dolor por la pérdida de su pequeña y de su gran amor.